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De: "Carlos Alberto Iurchuk" <dragoninvisible@gmail.com>
Título: Re: Boletin
Fecha: Thu, 1 Oct 2009 09:27:42 -0300
Para: "Ignacio Darnaude" <ummo@hispavista.com>
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Amigo Ignacio:

Te copio el boletín a continuación.

Saludos desde La Plata, Argentina...
Carlos Alberto Iurchuk
dragoninvisible@gmail.com
http://correo.hispavista.com/Redirect/dragoninvisible.com.ar

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From: "Ignacio Darnaude" <ummo@hispavista.com>
Sent: Thursday, October 01, 2009 8:39 AM
Subject: Re: Boletin

Gracias , querido Carlos. Cuadritos, cuadritos

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EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 134 - Octubre de 2009



Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata - Argentina

dragoninvisible@gmail.com

"El Dragón Invisible"

http://correo.hispavista.com/Redirect/dragoninvisible.com.ar


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Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


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1994, Roque Pérez: 'Una zona ventana'

(Tercera parte)



Juan Pablo Gómez

Burzaco - Argentina

morkolson@yahoo.com.ar



El OVNI de la tormenta



Arribamos al campo "La Azotea" de Piñeyro, ubicado a unos 12 kilómetros (en línea recta) al sur del centro urbano de Roque Pérez, poco antes de las 17 h. Allí nos recibió el Sr. Carlos Ramírez (43 años) quién, junto a su esposa Claudia Lezcano (33) y su pequeño hijo Ubaldo (10), se encarga de las tareas de cuidado y mantenimiento de las tierras.

Haciendo gala de las costumbres de nuestra gente de campo, la familia nos atendió con suma cordialidad y no tuvieron inconveniente alguno en narrarnos su experiencia. Nos sentamos a la sombra de los árboles y, entre mate y mate, iniciamos la entrevista.

"El Día de la Madre, claro, a la madrugada que se vino la tormenta" - comenzó diciendo Carlos Ramírez.

Se refería al domingo 16 de octubre de 1994.

"Nosotros vinimos a las 3 de la mañana" - señaló. "El domingo a la madrugada que se levantó una tormenta bárbara... es una cosa que en el momento fue un susto porque veníamos en un autito viejo que tengo... y estaría acá, donde se ve unos corrales de chancho, y estaría del otro lado del alambre a 200 metros más o menos, y era una cosa (que) impresionaba, encandilaba".

Esa noche los tres regresaban de Beguerí, donde habían disfrutado de una cena con gente amiga. El matrimonio venía charlando de la reunión mientras que el pequeño Ubaldo estaba completamente dormido, sobre la falda de su madre.

"Bueno... acá se viene por una calle que viene de (Juan) Tronconi. Cuando enfrenté aquel monte (señalando un monte de arboles a unos 2 kilómetros antes de la entrada del campo) vi una luz muy distinta a otras luces, y no le hice caso... ahora cuando ya entré en el guarda-ganado la luz esa me dejaba todo como de día... cuando me bajé acá fue cuando medio me asusté porque era una luz... como si fuera ahora, digamos, una cosa como de día" (durante nuestra entrevista eran poco más de las 17 horas, en el mes de diciembre). "Tal es así que medio me asusté y le digo (a mi señora) apaguen las luces del coche y vamos pa´ dentro. Y de ahí (señalándonos una pequeña galería de entrada a la casa) estuve, que sé yo, acá parado, estuve desde las tres de la mañana hasta la cinco... Estaba derecho ahí, a la planta esa, y por ahí parecía como que quería levantar vuelo... llegó el momento que me cansé de estar parado, la vista no me daba más, una luz impresionante para mí, parecía que me quemaba los ojos".

Apenas descendieron del automóvil, Carlos Ramírez se apostó en la pequeña galería y desde ahí inicio la observación del intruso que estaba en su campo, en dirección NO, a unos 200 metros de la vivienda, mientras que su mujer ingresó a la casa con su hijo.

"Yo abrí el dormitorio y me metí al dormitorio con el nene. ¡Si el nene tenía un susto!; venía dormido y cuando lo vio de golpe fue peor", apunto Claudia.

Si bien en un principio pensaron que podía tratarse de uno de los reflectores que posee un galpón del campo vecino, que está ubicado justamente en esa dirección, lo descartaron ni bien llegaron a la tranquera. Entonces ambos comenzaron a sospechar que estaban frente a algo inusual. Era una luz muy intensa. Ellos sabían perfectamente que en ese sector del campo no había nada ni nadie que pudiera provocar semejante confusión.

Una luz fortísima amarillenta proveniente de ese algo iluminaba el ambiente: la vivienda, los árboles, las plantas, el silo, los galpones, todo se veía como si fuese de día.

Precisamente para evitar que la cegadora luz le diera de lleno en su rostro, Ramírez se ubicó en la entrada de la vivienda de manera que, el tronco de un árbol ubicado a unos cuarenta metros, entre el fenómeno y él, le sirviera de "escudo". Cuando quería mirar para intentar descubrir la fuente de semejante luz, inclinaba levemente su cabeza hacia uno u otro costado.

Los continuos relámpagos que anticipaban la tormenta iluminaban por segundos la noche, lo suficiente para que el testigo pudiera distinguir a ambos lados del tronco del árbol las extremidades de un aparato que también tenía luces verdes destellantes, aunque menos intensas, que daban la impresión de girar a su alrededor. Ramírez sospechó entonces que los haces de luz surgían desde su parte central.

Al dibujarlo en nuestro cuaderno de campo inmediatamente apareció ante nuestros ojos la clásica forma del platillo. Una estructura ecuatorial - en la cual eran visibles las luces verdes - con una especie de cúpula en la parte superior, donde estaría ubicada la fuente de luz tan intensa.

A los pocos minutos de arribado a la casa, se desató la torrencial tormenta. La lluvia caía copiosamente. En cierto momento, el hombre comenzó a percibir un curioso sonido proveniente del objeto - "...lo único que sentí fue como si vos querés hacer arrancar un motor y no arranca, bueno algo así... una cosa como [uuuuu-uuuuu], ahí parecía que hacía como fuerza para tomar vuelo..." (Obviamente era sólo su interpretación porque el objeto permaneció en todo momento en el lugar).

El sonido también fue percibido por Claudia y el pequeño Ubaldo que salieron del interior de la vivienda a observar durante unos minutos el fenómeno.

Era como un "zumbido" que se repitió cada cinco minutos durante toda la observación y cada vez que lo emitía, el testigo percibía que la intensidad lumínica del fenómeno disminuía notoriamente, lo que le permitía apreciar todo el contorno del objeto, incluso su parte central; pudiendo descubrir que la fuente de los potentes haces eran como dos faros circulares, ubicados, como muestra el dibujo, en la parte superior del aparato. Al respecto nos dijo: "En las dos luces grandes había momentos como que bajaba esa luz, como si bajara, como si vamos en un auto y ponemos luz alta y después luz baja. La luz baja siempre es menor y ahí se alcanzaba a ver... cuando bajaba uno la podía mirar... Y después más se veía porque con las luces que tenía más los refusilos que había lo iluminaba... una tormenta terrible había..."

Otro hecho curioso para el matrimonio fue el comportamiento de su perro: "...nosotros tenemos un perro que es cruza policía, aquél que está allá, y ese animal de a ratos se quería meter acá adentro..." - nos explicaba Ramírez.

"...Y aullaba porque veía eso"... agregó su señora.

"Claro - retomando la palabra el testigo - unos aullidos bárbaros pegaba y buscaba acá, como estaba todo cerrado... y buscaba meterse acá adentro. Quiere decir que algo veía el animal porque sino un perro que se asuste así..."

Según el matrimonio, el perro se desesperaba aún más durante los zumbidos. "Ahí es donde empezaba el perro más...", nos dijo ella. "Y ahí es donde el perro quería entrar más adentro todavía" - completó su marido.

En cuanto a las dimensiones del aparato el testigo calcula que de acuerdo a la distancia que los separaba (unos 200 metros) podía tener unos 10 metros por unos 2 ó 3 de alto. Claro que son siempre dimensiones estimativas y, obviamente, subjetivas.

Lo que el matrimonio no pudo confirmar fue si el objeto estuvo posado sobre el terreno o, por el contrario, flotaba a muy poco centímetros del suelo. "Yo no te sabría decir si estuvo sobre el campo. Lo que te puedo decir es que estaba muy bajo. Para mí, que estaba como asentado... cuando aclaró me levanté pero había llovido tanto y me fui a fijar, a ver, si había quedado algo, si había quemado algo - porque dicen que donde asientan queman - pero yo no vi nada" - aseguró Ramírez.

Ramírez hizo un comentario interesante respecto a los haces de luz que emitía el fenómeno: "...Mientras yo vi la luz llovía pero a baldes acá; y la luz cuando enfocaba esa luz fuerte hacía de cuenta como que no llovía nada, parecía que esa parte donde estaba la luz no llovía, la cortaba (sic)". Es decir que no observaba las gotas de lluvia en el interior de la luz de ahí su expresión "la cortaba". ¿Estamos ante los famosos "haces compactos y coherentes"?

Siendo las cinco de la mañana y ante la aparente pasividad del fenómeno, el testigo cansado se fue a dormir. En el interior de la vivienda se colaba por las ventanas la potente luz del objeto, alumbrando el ambiente. Finalmente el sueño venció a Ramírez.

Al día siguiente, el testigo se levantó y lo primero que hizo fue observar si el objeto continuaba ahí, pero ya no estaba. Por lo que no sabemos cómo desapareció. Se puso las botas altas y se dirigió hacia el lugar donde estuvo asentado para ver si había quedado algún rastro que avalara su testimonio pero sólo encontró agua. El terreno estaba abnegado por la intensa lluvia caída.

En un momento de la entrevista tuve oportunidad de hacerle, aparte, algunas preguntas al pequeño hijo del matrimonio, y considero que vale la pena reproducir:



J. P. Gómez (JPG): ¿Y tu nombre pichón cuál es?

Hijo (H): Ubaldo Ramírez.

JPG: Y vos decime, ¿qué vistes cuando saliste del auto?

H: ...el color, las luces.

JPG: ¿Viste una luz allá?

H: Sí.

JPG: ¿Te asustaste?

H: Sí.

JPG: ¿Qué pensaste que era?

H: Un plato volador.

JPG: ¿Sí?

H: Sí.

JPG: ¿Iluminaba mucho?

H: Sí.

JPG: Y vos entraste ¿y qué hiciste?

H: Me puse allá, al lado de la cama.

JPG: ¿Dónde está tu cama?

H: Ahí, adentro de la pieza.

JPG: ¿En esta habitación?

H: En esa.

JPG: ¿Y de ahí veías la luz?

H: No.

JPG: Te acostaste. ¿Y no saliste otra vez a mirar?

H: Después, al rato.

JPG: ¿Y qué veías?

H: Las luces allá en el galpón.

JPG: ¿En el galpón grande...? ¿Y escuchaste ruido, algo?

H: Sí.

JPG: ¿Qué ruido escuchaste?

H: Ese ruido que hace "fuuuuuuuuuuu..."

JPG: ¿Escuchabas eso?

H: Sí.

JPG: ¿Y después te volviste a dormir?

H: Sí.

JPG: ¿Qué edad tenés?

H: Diez.

JPG: Diez años.



Sus respuestas, lógicamente, no escapaban a las esperadas de un niño de su edad. Tímidas, cortas pero precisas. Era otra manera de confirmar el suceso, de confirmar que algo extraño e inusual ocurrió esa noche de lluvia del mes de octubre. Algo que, seguramente, difícilmente olvidarán.



A manera de cierre



Obviamente nuestras visitas a la región continuaron, incluso por aire. Porque a la semana siguiente, y gracias a las gestiones de unos amigos, pudimos alquilar una avioneta en el aeroclub de Ezpeleta y volamos hasta Roque Pérez. De esta manera pudimos realizar filmaciones aéreas de toda la zona y, principalmente de las huellas en el sembrado de girasol, que eran nuestro objetivo.

Un pequeño gusto que nos dimos.

En 1995 proseguimos las pesquisas, logrando llevar a cabo durante el mes de agosto una "Encuesta Ovni" puerta por puerta, a manera de censo, que nos brindó mayores e interesantes datos para el estudio. (1)

Gracias a estas investigaciones hemos aprendido mucho sobre las "zonas ventanas", algo sobre el comportamiento de un fenómeno escurridizo y sobre el impacto sociológico que éste produce en una amplia, pero delimitada, porción de territorio. Pero, por sobre todas las cosas, hemos conocido a un espléndido pueblo y tuvimos el inolvidable placer de tratar con su gente, los roqueperenses, personas sencillas, generosas y sumamente cordiales.



Agradecimientos:

Desde estas páginas queremos agradecer a las siguientes personas que, sin su colaboración, poco habríamos realizado:

Roberto Barral, quién nos permitió usar su casa como "base de operaciones" o mejor dicho como si fuera la nuestra. Además, por difundir nuestra labor a través de su programa de radio y televisión gracias al cual se acercaron muchos testigos.

Aurelio Castellani y Sra. Un interesado en la temática a partir de una experiencia en su juventud, que nos brindó valiosas referencias y testigos. Y por su compañía en las noches de vigilia en los campos.

Matrimonio Natero. Otro matrimonio interesado en el tema, testigos de algunas de las luces, que también nos ayudaron con datos y referencias. Ellos fueron los "culpables", con su alerta telefónica del martes 9 de agosto, de nuestra frenética serie de visitas a Roque Pérez.

A todos los testigos mencionados en este trabajo que brindaron desinteresadamente sus testimonios.

Y a todo el pueblo de Roque Pérez y alrededores por "soportarnos" y colaborar gentilmente con nuestro trabajo.

Teté Alegreti: El joven dueño del video club "Friends", que nos brindó mucha ayuda con los nombres de los testigos. Además, gracias a él y a su hermano nos evitamos el trabajo de peinar los campos de la región en busca de las huellas en el girasol.



Referencias y Notas

(1) Claro que para semejante emprendimiento pudimos contar con la invalorable colaboración de otros investigadores como Omar Merodio, Jorge Dewey y Oscar Bay y, por supuesto, de los habitantes del lugar.


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Jung y los fenómenos ocultos

(Primera parte)



Moisés Garrido Vázquez

Huelva - España

moisesgarrido@ono.com



Nota de Carlos Alberto Iurchuk: Artículo aparecido en la revista española Más Allá (abril de 2009) y que se publica con autorización expresa del autor.



"Aquella noche fatídica de junio de 1895, la primera sesión espiritista tuvo un resultado más extraordinario de lo que cabía esperar. Jung se sentó junto con el círculo de mujeres alrededor de una gran mesa redonda de madera, y presidió nerviosamente la sesión. Como era habitual en este tipo de sesiones, colocó en el centro un vaso de agua que podía reflejar hasta la más imperceptible levitación de la mesa. Ordenó a todos que colocasen las manos suavemente sobre la mesa y las uniesen tocándose unos a otros ligeramente las yemas de los dedos. Al cabo de unos instantes de completo silencio, el aire se volvió espeso, eléctrico. De pronto, el vaso de agua empezó a moverse violentamente. A su pesar, Jung estaba tan aterrorizado como el resto de los participantes. Con grandes dificultades, exclamó: 'Uno de nosotros es un médium muy dotado'. En aquel momento, la joven Helly palideció y se desplomó en la silla. Y para sorpresa de todos los presentes, empezó a hablar". Este texto está extraído del libro The Aryan Christ: The Secret Life of Carl Jung (1997), cuyo autor es Richard Noll, psicólogo clínico y profesor de Historia de la Ciencia en la Universidad de Harvard. En dicha obra, se descubren facetas muy poco conocidas del eminente psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), entre ellas, su incursión desde joven en el mundo del espiritismo y de los fenómenos paranormales. Cuando realizó dicha sesión espiritista, Jung estaba a punto de cumplir 20 años. Todavía no podía imaginar lo que el destino le tenía reservado: convertirse en uno de los más grandes pensadores del siglo XX. Su descubrimiento del inconsciente colectivo produjo una auténtica revolución en el conocimiento de la mente humana. "Así como el cuerpo humano muestra una anatomía general por encima y más allá de todas las diferencias raciales, también la psique posee un sustrato general que trasciende todas las diferencias de cultura y conciencia, al que he designado como inconsciente colectivo", explica Jung. Era pues de prever que, tanto en la psiquiatría como en el psicoanálisis, terminara aventajando a su insigne mentor Sigmund Freud.

Realmente sabemos muy poco de la vida de Jung. Sus herederos siempre han sido muy reacios a la hora de aportar material inédito a los investigadores -como puedan ser sus diarios privados o toda su correspondencia-, con el que poder construir una biografía mínimamente veraz, más centrada en los aspectos humanos y alejada de ese personaje idealizado -a modo de semidios- que su familia y seguidores han tratado de difundir. "Supone algo tremendamente injusto que Jung se presente como un autor alejado de la realidad, aportando pruebas de oscurantismo que no existen en absoluto en sus escritos", denuncia Pilar Quiroga, doctora en Psicología y autora de la documentada obra C. G. Jung. Vida, obra y psicoterapia (2003). Ni siquiera Recuerdos, Sueños, Pensamientos, libro elaborado cuando Jung tenía 81 años y publicado tras su muerte, puede ser considerado una autobiografía en toda regla, ya que se trata de una colección de escritos hábilmente estructurados por Aniela Jaffé, su ayudante en los albores de su vida. "Jaffé tomó las contribuciones y transcripciones de antiguas conferencias de Jung, añadió sus propias notas sobre las conversaciones que mantuvo con él, puso todo en primera persona y permitió que el conjunto se presentase como una autobiografía a un público confiado", aclara Noll. De los borradores escritos por Jung, se modificaron y eliminaron muchas frases, así como ciertas anécdotas, siempre por sugerencia familiar. Aún así, con ese escaso material biográfico, y a través de sus trabajos teóricos, vivencias personales y conversaciones con sus pacientes, podemos hacernos una idea del gran interés que Jung siempre cultivó hacia los temas limítrofes del conocimiento, que tanto marcarían su trayectoria personal y profesional.



Contactos con el "más allá"



C. G. Jung nació en el seno de una familia muy piadosa. Su padre, Paul Jung, era pastor protestante, ejerciendo su labor en la Iglesia Reformada. Y su abuelo materno, Samuel Preiswerk, fue profesor de exégesis bíblica en la Institución Evangélica de Ginebra. Jung, sin embargo, no comulgaba con el judeocristianismo y, menos aún, con el catolicismo. Su alma visionaria y heterodoxa, rechazaba todo dogmatismo religioso. "La 'religión teológica' no podía servirme para nada, pues no correspondía a mi experiencia de Dios", escribiría. En cierto modo, podemos decir que elaboró su propia religión, a caballo entre la magia y el paganismo, influido, sin duda, por los antiguos cultos mistéricos y el mundo alquímico, temas que siempre le cautivaron. De hecho, el torreón que se construyó en Bollingen, junto al lago de Zurich, fue no solo lugar de soledad y meditación, sino también de encuentros visionarios y otras experiencias transpersonales de profundo significado trascendente. "Desde el principio el torreón se convirtió en un lugar de perfeccionamiento, un seno materno o una figura materna en la cual podía volver a ser lo que soy, lo que fui y lo que seré", asegura. Allí, sobre la pared del dormitorio, se conserva un mural donde aparece representado su guía espiritual Filemón -un sabio anciano con largas barbas y alas-, con quien mantuvo contactos extrasensoriales y a quien debe algunos de sus más brillantes descubrimientos sobre la psique humana -la idea del arquetipo, por ejemplo-, según él mismo confiesa. Los diálogos que mantuvo con el mundo de los muertos y los dibujos que realizó bajo estados no ordinarios de conciencia, se recogen en su Libro Rojo, que aún permanece custodiado por sus descendientes.

¿De dónde le vino entonces su interés por la comunicación con los muertos? ¿Acaso de la lectura del Fausto de Goethe a la edad de quince años? Ello ejerció su influencia, qué duda cabe. Tal obra significó para Jung una auténtica revelación. "Inundó mi alma como un bálsamo maravilloso", escribe. Tanto es así que al final de su vida creyó ser la reencarnación de Goethe, no ya solo por lo identificado que se sentía con dicho personaje, sino por ciertos sueños extraños que parecían revelarle esa posibilidad. Sin embargo, su acceso al mundo del espiritismo tuvo lugar justo cuando se graduó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Basilea, a mediados de 1895. En esas fechas, el espiritismo estaba en auge por toda Europa. Era costumbre, sobre todo entre la alta sociedad, reunirse cada atardecer a la luz de una vela para invocar a los antepasados. Jung sintió curiosidad por el tema y quiso realizar algunas sesiones acompañado de varias mujeres de su familia. Entre ellas, su prima Hélène Preiswerk, que era médium. Por su parte, la madre de Jung, Emilie Preiswerk, ya había dado buena muestra de sus dotes clarividentes y había protagonizado alguna que otra experiencia relacionada con espíritus. Por tanto, aquellas séances organizadas por Jung resultaron exitosas y los presuntos contactos con los muertos no tardaron en establecerse. Hélène, conocida también con el nombre de "Helly", es la joven citada en la narración inicial. En aquella primera sesión coordinada por Jung, Hélène, de quince años, entró en trance y a través suya se manifestó su abuelo difunto: "No temáis. Os acompaño todos los días. Soy vuestro padre Samuel, que vive con Dios". Durante el tiempo que duró el éxtasis, la joven viajó astralmente al continente americano para visitar a su tía Bertha. Por muy delirantes que hoy nos parezcan estas historias mediúmnicas, entonces se vivían con total normalidad, incluso por personas con formación académica, como el propio Jung. De hecho, en torno al espiritismo, se dieron cita grandes personalidades del campo científico. Basta recordar a William Crookes y Charles Richet, premios Nobel de Química y Medicina, respectivamente. Ambos creían en la supervivencia del alma tras la muerte.

Lo cierto es que Jung fue testigo del cumplimiento de algunas premoniciones que tuvo Hélène durante sus trances visionarios. Aquello le llevó a profundizar aún más y comenzó incluso a interesarse en los estudios llevados a cabo por la célebre Society for Psychical Research (S.P.R.) de Londres, presidida por el catedrático de Filosofía Henry Sidgwick, institución que en 1882 inaugura el estudio científico y sistemático de los fenómenos metapsíquicos. Serían los preámbulos de la futura Parapsicología. Jung estaba fascinado con todo ello, y leía con inusitado interés los notables trabajos del ya citado Crookes y de otros pioneros de la Metapsíquica como William James, F. W. H. Myers, J. C. F. Zoellner, Cesare Lombroso, etc. "A pesar de parecerme tan extrañas y discutibles, las observaciones de los espiritualistas fueron para mí las primeras noticias sobre fenómenos psíquicos objetivos. Los nombres de Zoellner y Crookes me impresionaron y leí, por así decirlo, toda la literatura sobre espiritismo que estaba entonces a mi alcance", escribe Jung. No es de extrañar que su tesis doctoral versara, entre otras cosas, sobre estas apasionantes cuestiones.



Psiquiatría y mediumnidad



Jung creía que el inconsciente puede conectar con otros niveles superiores de la realidad no sometidos a nuestras leyes espacio-temporales. Su cada vez más dilatada formación psiquiátrica, no le hizo dar marcha atrás en sus convicciones, aunque sí se iba mostrando más prudente a la hora de referirse a los espíritus-guías (prefería hablar ya de "personalidades inconscientes"). Comprendió que el inconsciente escondía demasiados secretos que tenía que ir sacando a la luz, antes de atribuir a posibles fuerzas del más allá los numerosos casos de narcolepsia, criptomnesia, hipnagogia, estado de ensoñación, trance visionario, automatisme ambulatoire, etc., que le iban llegando a su consulta, trabajando ya como psiquiatra en el prestigioso hospital de Burghölzli, durante la primera década del siglo XX. "Aun cuando existen casos perfectamente dignos de crédito, queda en pie la cuestión de si el fantasma o la voz se identifican con el muerto o son una proyección psíquica, y si la declaración procede realmente del muerto o quizás se origina en el saber existente en el inconsciente", subraya Jung. Fue su etapa más escéptica, aunque como puntualizó William James, jamás perdió su voluntad de creer.

Si bien es cierto que estableció una conexión entre la mediumnidad y la histeria, estudiando la "disociación" de la personalidad de los médiums espiritistas, en ningún momento cuestionó la autenticidad de las facultades metapsíquicas, como la clarividencia o la precognición. En su tesis doctoral de medicina, escrita en 1902 bajo el título Acerca de la psicología y patología de los llamados fenómenos ocultos, se hace eco de las experiencias mediúmnicas de su prima Hélène (empleó para referirse a ella el pseudónimo "S.W."), afirmando que a pesar de su personalidad histérica -que provocaba sus desvanecimientos y automatismos-, manifestaba auténticas capacidades telepáticas y precognitivas durante esos estados de trance. En la conferencia que pronunció en 1919 ante los miembros de la S.P.R., titulada Los fundamentos psicológicos de la creencia en los espíritus, dejó claro su convencimiento de que las manifestaciones espiritistas se debían a "efectos exteriorizados de complejos del inconsciente". El ya cada vez más célebre psiquiatra continuó ahondando en el estudio de los fenómenos paranormales, siguiendo una línea marcadamente científica, por eso no le pasó desapercibidas las investigaciones llevadas a cabo a partir de 1934 por el biólogo Joseph B. Rhine, en torno a la llamada "percepción extrasensorial" (ESP), desde su laboratorio de la Universidad de Duke. Sus rigurosos análisis estadísticos sobre la telepatía, la clarividencia, la precognición y la psicocinesis hicieron que la Parapsicología adquiriese respetabilidad científica y se multiplicasen las cátedras por todo el mundo. En 1937, Jung tendría la oportunidad de conocerle personalmente. "Por lo menos una parte de la psique no se encuentra sometida a las leyes del espacio y del tiempo -sugiere Jung-. La prueba científica acerca de ello la aportaron los conocidos experimentos de Rhine. Junto a incontables casos de presentimientos espontáneos, las percepciones fuera del espacio y otros casos de este tipo, de los cuales ya he contado algunos ejemplos de mi vida, demuestran que la psique en ocasiones funciona más allá de la ley de la causalidad espacio-tiempo. De ello se desprende que nuestras concepciones de espacio y tiempo, y con ello la causalidad, son imperfectas".



Experiencias personales



A lo largo de su vida, Jung protagonizó una serie de sucesos anómalos muy significativos que le sirvieron para convencerse, aún más si cabe, de la existencia de una realidad trascendente. No hablamos ya de experiencias visionarias y sueños de abundante material arquetípico -uno de los cuáles le inspiró la idea del inconsciente colectivo-, sino de otros fenómenos englobados en el campo de lo paranormal, como por ejemplo, la proyección extracorpórea. En 1944, Jung sufrió un infarto cardíaco. Estando inconsciente sintió que abandonaba su cuerpo físico y ascendía hacia lo alto. "Me pareció como si me encontrase allá arriba en el espacio. Lejos de mí veía la esfera de la Tierra sumergida en una luz azul intensa. Veía el mar azul profundo y los continentes. Bajo mis pies, a lo lejos, estaba Ceilán y ante mí estaba el subcontinente de la India. Mi campo de visión no abarcaba toda la Tierra, sin embargo, su forma esférica era claramente visible, y sus contornos brillaban plateados a través de la maravillosa luz azul (.) La contemplación de la Tierra desde tal altura es lo más grandioso y más fascinante que he experimentado".

Muchos años atrás, cuando aún vivía con sus padres, experimentó algunos fenómenos psicocinéticos a su alrededor. Extrañas explosiones, golpes, rotura de objetos... Durante el verano de 1898, vivió varios episodios de esta naturaleza. Uno de los que más le llamó la atención fue la extraña explosión que oyeron en un mueble aparador. "Comencé a inspeccionar detalladamente el aparador y lo inmediato a él, pero sin éxito -cuenta en sus memorias-. En el cajón, conteniendo la cesta del pan, hallé el pan y junto a él el cuchillo, cuya hoja estaba destrozada casi por completo. El mango estaba en un rincón del cesto rectangular y en cada una de las tres restantes esquinas había un trozo de la hoja del cuchillo. El cuchillo se había empleado todavía a las cuatro de la tarde y después se había guardado. Desde entonces nadie lo había tocado". Dos semanas antes, el tablero de una mesa se había roto por la mitad inexplicablemente, ante el asombro de toda la familia. "¿Por qué y cómo se partió la mesa y se quebró el cuchillo? La hipótesis de la casualidad resultaba del todo inadmisible", reconocería.

De casado, siguió protagonizando más incidentes de este tipo. Cuenta cómo en 1916 estos fenómenos paranormales se incrementaron. "Mi hija mayor veía por la noche una figura blanca atravesar la habitación. Mi otra hija contaba -independientemente de la primera- que le habían levantado la manta de la cama dos veces por la noche". Uno de esos días, la campanilla de la puerta de la casa sonó insistentemente: "Yo me encontraba cerca de la campanilla, la oí sonar y vi cómo se movía el martillo. Todos corrieron inmediatamente hacia la puerta para ver quién llamaba ¡pero allí no había nadie! ¡Nos miramos como alelados!" Jung estaba convencido de que aquella incesante fenomenología parapsicológica guardaba estrecha relación con el estado emocional en que se encontraba por aquel entonces. "Era una constelación inconsciente, y la atmósfera característica de tal constelación me era bien conocida como numen de un arquetipo".

Insólito fue también lo que le sucedió años antes, en 1909, estando en Viena en compañía de Freud. Ambos discutían precisamente sobre la realidad de los supuestos fenómenos paranormales. En esa época, Freud mantenía una postura escéptica. Tuvieron que pasar años hasta aceptar la autenticidad de los casos estudiados por la Parapsicología. Así cuenta Jung lo ocurrido durante la reunión mantenida con su mentor:

"Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera incandescente. Y en ese instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Creímos que el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a Freud: 'Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los denominados catalíticos'.

'¡Bah -dijo él-, esto sí que es un absurdo!'.

'Pues no -le respondí-, se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo razón le predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro crujido'. Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se oyó el mismo crujido en la biblioteca!... No sé aún hoy por qué tenía tal certeza. Pero sabía con total exactitud que el crujido iba a repetirse. Freud me miró horrorizado. No sé qué pensaba o qué miraba. En todo caso, este hecho despertó su desconfianza hacia mí y yo tuve la sensación de haberle hecho algo. Nunca más volví a hablarle de esto".



Sincronicidad



Para Jung, resultaba insuficiente explicar ciertos fenómenos extraños, relacionados con la psicología del inconsciente, mediante el principio de causalidad. Eso era algo que le venía preocupando desde siempre. Durante sus investigaciones, se topaba muy a menudo con extrañas coincidencias que le resultaban imposibles de entender por la vía racional. A tales conexiones acausales las bautizó con el nombre de sincronicidad. "He elegido el término 'sincronicidad' porque la simultaneidad de dos acontecimientos análogos, pero acausalmente ligados, parece un criterio esencial. Empleo, pues, aquí, el concepto general de sincronismo en el sentido especial de coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, relacionados mutuamente de modo acausal, que tienen un contenido idéntico o semejante", explica en La interpretación de la naturaleza y la psique (1952), obra en la que colaboró el premio Nobel de Física Wolfgang Pauli. Ambos consideraron que los fenómenos sincrónicos, aquellos que se producen simultáneamente sin que medie una relación causal, son muy significativos para quien los protagoniza. Los experimentos de Rhine -que proporcionaron la prueba de la existencia de conexiones acausales de sucesos- sirvieron para que Jung planteara la posibilidad de que el espacio y el tiempo pudieran tener también una realidad psíquica, no sólo física. "Parece como si el espacio y el tiempo dependieran de condiciones psíquicas y no existieran en sí mismos, sino que fuesen sólo 'puestos' por la conciencia", sugiere. Partiendo de esa premisa, la sincronicidad supone entonces un gran desafío al azar. De hecho, constantemente nos ocurren cosas que consideramos casuales, pero ¿realmente lo son siempre?... "Si bien la gran mayoría de los hechos casuales podría admitir una explicación causal, subsisten multitud de ellos que no manifiestan conexión causal alguna", puntualiza Jung. Entre los muchos casos que le ocurrió, resulta especialmente llamativo el registrado el 1º de abril de 1949. Así lo cuenta: "Hoy viernes. En el almuerzo nos sirven pescado. En la conversación alguien recuerda incidentalmente la costumbre del 'pez de abril'. Durante la mañana había yo anotado una inscripción: 'Est homo totus medius piscis ab imo'. Por la tarde, una ex paciente mía a quien no había visto desde meses atrás, vino a mostrarme algunos cuadros de peces, singularmente impresionantes, que había pintado durante ese lapso. Por la noche se me mostró un bordado que representaba monstruos marinos pisciformes. El dos de abril, a las primeras horas de la mañana, otra ex paciente a quien no había visto desde hacía muchos años, me relató un sueño en el cual, estando a orillas de un lago, vio a un pez grande que se acercaba nadando en dirección a ella, para amarrar, por así decir, a sus pies. Durante esos días estaba yo ocupado en una investigación sobre el símbolo del pez en la historia". Dicho relato lo escribió a orillas de un lago. Al terminarlo, se percató que a escasos metros de donde se encontraba, yacía un pez muerto totalmente intacto. "En la tarde del día anterior no había allí ningún pez", advirtió. ¿Es posible atribuir a la simple casualidad un caso así?...

En conclusión, sus estudios sobre el inconsciente y los fenómenos paranormales -a veces protagonizados por él mismo como ya hemos visto-, le llevó a considerar que "existe una cierta probabilidad de que algo de nuestra psique continúe viviendo después de la muerte". Y con ese convencimiento se marchó de este mundo a la edad de 85 años, dejando tras de sí una huella imborrable de conocimientos sobre el psiquismo humano.


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